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Autogobernarse la vejez en tiempos de pandemia

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    Actividad en Casal Oller. Mar Carrera..

    El embate de la covid-19 se evidencia de nuevo en las residencias de ancianos. Exploramos fórmulas de autogobernarse la vejez: el 'cohousing' senior, una residencia donde las personas mayores tienen autonomía y una entidad que defiende los derechos LGTBI.

    Mar Carrera Vendrell

    @carrera_mar La autonomía, la dignidad, el apoyo mutuo entre iguales son valores que una persona que envejece quiere conservar, viva donde viva. Paquita Giralt y Dolors Prat viven en la residencia Casal Oller de Hostalets de Balenyà (Osona), uno de los centros en Catalunya que intenta seguir estos principios, a pesar de que la Covid-19 se lo ha dificultado mucho.

    Durante los primeros tres meses de pico de pandemia, murieron ocho personas y había diez trabajadoras enfermas a la vez.

    La pandemia ha evidenciado el fracaso del modelo de residencias para personas mayores, fuertemente mercantilizado: más de 23.800 personas han muerto en estos espacios en el Estado desde marzo, por la covid-19 o síntomas similares, y en Catalunya representan el 53% del total de muertes a raíz del virus. Amnistía Internacional acaba de sacar un estudio (Abandonadas a su suerte) que denuncia cinco vulneraciones de derechos humanos en residencias (a la salud, a la vida, a la no discriminación, a la vida privada familiar y a la muerte digna).

    En septiembre se volvieron a permitir las salidas de las residencias, con restricciones. Paquita, de 83 años, explica que primero en la residencia les autorizaron a salir una hora: "Fuimos a protestar en la asamblea del centro, porque entre vestirse y desvestirse ya se te pasaba la hora". Casal Oller, que había sido una casa de veraneo, depende de la Obra Social Religiosa, una asociación privada sin ánimo de lucro formada por personas jubiladas. Pero la junta no se dedica a fijar el modelo del centro, sino que la filosofía emana de las trabajadoras. Durante el momento más crudo de la pandemia, en Casal Oller les ayudó que tienen una buena ratio de personal: lo habitual es de 0,25 personal / usuario de atención directa, pero en Casal Oller están en 0,35.

    El 10 de junio de 2020 nos reciben, con todas las medidas de seguridad, la directora del centro, Anna Sallent, y Montserrat Vilalta, educadora y responsable de Atención Centrada en la Persona. En Casal Oller tienen 42 plazas de residencia y 10 de centro de día y trabajan 31 mujeres. A nivel médico, aseguran que la conexión con el consultorio público del pueblo ha sido clave durante el periodo más duro de la covid-19.

    Favorecer la autonomía y la autoestima de las personas que viven en Casal Oller es uno de los puntos claves del centro. "A veces la inercia te hace actuar como con los niños, les pones los zapatos cuando ya se los saben poner, pero tienes prisa. Pero esto va muy relacionado con la autoestima y se sienten inútiles", explica Vilalta. Si se dan estas dinámicas, los ancianos interioriza que "ya no les queda nada por hacer", reflexiona la directora.

    Casal Oller no promueve actividades porque sí, sino ligadas a la vida cotidiana, como apoyar en la preparación del menú diario. "Nos dimos cuenta de que algo de tan sentido común como preguntarles qué querían para comer no lo hacíamos y lo cambiamos", explica Vilalta. Con la covid-19, la asamblea de los residentes quedó colgada, y también una asociación que querían crear entre las personas que viven en la residencia.

    La mayoría de las 5.400 residencias en España, sin embargo, está lejos de modelos donde la autonomía sea un pilar. ¿Por qué? "Porque hay negocio, la gente que hizo dinero con el ladrillo ahora lo hace con las residencias", se queja Vilalta. El 72,8% de los centros son de titularidad privada y los últimos años ha habido una creciente concentración en multinacionales o aseguradoras.

    Más senior que 'cohousing'

    El escenario previo al de una residencia generalmente es el de una persona que vive sola. Ahora bien, también hay personas mayores que comparten vivienda en plan de amistad o redes vecinales o asociativas de apoyo. Los proyectos de cohousing sénior han proliferado en los últimos tiempos. Narcís Sánchez y su compañera se animaron después de cuidar a las madres respectivas. "¿Nuestras hijas tienen que pasar también por este trance?", Se preguntaron. Se reunieron con un grupo de amigos y empezaron a diseñar "un proyecto a muerte", un lugar donde con 80 o 90 años tengas compañía conocida y "no estés a disgusto", explica Sánchez. El grupo, que por ahora se llama Factoría, son 12 mujeres y tres hombres de 60-70 años. Aseguran que los cuidados emocionales y físicas se los harán entre ellas, pero también quieren a gente contratada como en un modelo residencial.

    "El cohousing senior es radicalmente diferente al cohousing en general", explica Daniel López Gómez, doctor en Psicología Social, profesor de Estudios de Psicología y Ciencias de Educación de la UOC e investigador a CareNet del Internet Interdisciplinary Institute. Las personas mayores se organizan porque hay una necesidad profunda de evitar la soledad y ser cuidado, asegura. López lamenta que se presente el cohousing senior de forma capacitista ("viejos activistas que son capaces de") y anti-vejez (contra la idea del deterioro que implica envejecer).

    En 2000 comienzan a forjarse iniciativas de cohousing sénior en España, con una primera hornada de personas con bagaje de activismo y capital económico que apuestan por proyectos de autogestión (Santa Clara en Málaga) Tras conocerse los primeros proyectos, hubo un aumento de la demanda y aparecieron las entidades facilitadoras (creación del grupo, proyecto constructivo ...). Asimismo, como relata López, la administración empieza a entrar "porque ve una alternativa ante un problema gigantesco, el envejecimiento". Para este investigador, todos los modelos tienen complejidades y a menudo la parte que queda más desatendida es la convivencia, "el vivir, que es lo más interesante", concluye.

    La gestión de los cuidados (qué cuidados y quien los hace) es un tema importante en los proyectos y en algunos casos se siguen reproduciendo las lógicas patriarcales de etapas anteriores. Daniel López Gómez recuerda que en proyectos en los que la mayoría son matrimonios heterosexuales, se mantienen roles previamente establecidos, mientras que en caso de mujeres solas o viudas, los servicios compartidos son más grandes e importantes, "porque no quieren ser una carga".

    Personas mayores LGTBI

    Si pensamos en activismo y personas mayores un colectivo ineludible son los Iaioflautas, nacidos en el año del 15M, en 2011. Pero obviamente, las personas mayores son activas en otros frentes. La Fundació Enllaç es otro ejemplo de activismo, nace en 2008 para defender los derechos y la dignidad de las personas mayores lesbianas, gays, trans * e intersexuales en situación de aflicción, vulnerabilidad o dependencia.

    Josep María Raduà y Enric Vendrell forman parte del patronato de la fundación, 26 personas de entre 46 y 87 años. Además, en la entidad hay 30 personas voluntarias y un equipo técnico (trabajo social, atención jurídica, administración, gestión y comunicación). Raduà está muy activo en Enllaç: los martes, reunión para repasar cuentas, los miércoles, reunión del comité de dirección, los jueves, asistencia a charlas. "Enllaç nace para acompañarnos, para hacernos de enlace entre nuestro presente y nuestro futuro", resume Vendrell. Asegura que el colectivo LGTBI a veces no tiene buena relación con la familia -o la tiene lejos- y esto hace que en los cuidados "el futuro acostumbre a ser más problemático". Durante el pico de la pandemia de la covid-19, el equipo técnico y las personas voluntarias hicieron llamadas regulares a la base social de la entidad.

    Sin embargo, Raduà matiza que la problemática de las personas mayores LGTBI "es un 80% por ser grande, y el resto, por la LGTBfobia". La mayor parte de las demandas que recogieron en la memoria del 2018 fueron para vivienda y orientación laboral, en primer lugar, y para ayudas a la dependencia y pensiones.

    "La covid ha puesto de manifiesto que la gente mayor es el eslabón más débil del estado del bienestar", sentencia Raduà. La vivienda es una pieza importante en este estadio de la vida y en Enllaç presionan a la administración pública para que proporcione lugares seguros y que haya un cierto número de población LGTBI en los centros residenciales "para que la persona en cuestión no se sienta aislada y reciba un mínimo apoyo". Además, se quejan de que haya una falta de plazas públicas en las residencias y que la lista de espera esté entre uno y dos años.


    Las que cuidan

    Autogobernarse la vejez es algo esperable. Las opciones planteadas en el reportaje, pero, implican a personas que trabajan cuidando a otras personas (dándoles estima, atendiendo necesidades básicas y médicas, limpiando, gestionando su tiempo). Las cuidadoras son sobre todo mujeres, y en gran parte racializadas que, aparte de sostener sus familias más allá de las fronteras, trabajan en casas de otros (a veces de internas, lo que agrava la vulnerabilidad), en residencias y hospitales, en situaciones precarias.

    Para paliar la desprotección, existen iniciativas de autoorganización, como Sindillar, Sindicato Independiente de Trabajadoras del Hogar y de los Cuidados, nacido en 2011. Mujeres Pa'lante tiene una propia bolsa de trabajadoras y proporciona apoyo jurídico, sociolaboral y psicológico y lucha contra la violencia de género y la estigmatización hacia las mujeres latinoamericanas. En Mes que Cures se definen como "mujeres luchadoras, expertas en el cuidado y el bienestar de las personas" y se sitúan en el barrio del Poble Sec de Barcelona. Mujeres Migrantes y Diversas han creado cajas de resistencia para pagar la seguridad social de las trabajadoras de los cuidados.

    Fuente: https://www.publico.es/actualidad/au...ffaXQl_smr6TVw
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