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"Las barreras de género" sobre transexualidad y Ley Tras por Javier Montilla

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  • "Las barreras de género" sobre transexualidad y Ley Tras por Javier Montilla

    Fuente: carlaantonelli.com

    " Las barreras del genero " sobre transexualidad y Ley Trans, por Javier Montilla




    El Correo/Javier Montilla-. Decía un día Isabel Coixet que la vida es básicamente injusta, pero a veces se hace completamente insoportable. No iba mal encaminada la premiada directora catalana. Esa frase es casi un dogma de vida para las personas que se sienten de un sexo diferente con el que han nacido. Las personas transexuales durante años han sobrevivido en una sociedad que las ha conducido al ostracismo. Porque, sin lugar a dudas, sus vidas son una continua superación de obstáculos y barreras. Verdaderamente la barrera personal, a veces es la más difícil de rebasar. Luego vendrán otras barreras, como la familiar o la social y ésta, sin duda, es la más dramática. Hace pocas fechas una encuesta realizada por un medio de comunicación recogía que un 25% de los encuestados afirmaban que las personas transexuales no deberían tener derechos para reconocer su sexo legal. Una cifra demasiada alta como para no prestarle la importancia que se merece.

    Es posible que la sociedad aún no haya entendido que la transexualidad no es una patología, aunque algunos se enorgullezcan de pensarlo. Ni un simple capricho. Es sencillamente romper con todos los estigmas que se han atribuido al hecho de ser transexual.

    El cambio de sexo no existe. Puesto que el ser hombre o ser mujer es algo inherente, y ya está ahí. A mi me gusta llamarlo mejor reasignación de sexo, porque si realmente alguien tiene que cambiar es la sociedad, no la persona. Claro, lo diferente produce miedo; y el miedo, rechazo.

    Un sexo quiere decir tener que usar un disfraz a la fuerza, que todos supongan que sientes lo que no sientes, que no puedan figurarse los sentimientos que brillan, que deslumbran en ti, los que te conmueven hasta llorar y es ahí donde surge un drama del que por fin se empieza a vislumbrar el principio del final.

    Por suerte, hasta el propio cardenal arzobispo de Sevilla, Carlos Amigo Vallejo ha declarado que «la experiencia externa no es la identidad de la persona». Porque género es igual a rol, pero sexo no es igual a género. Es verdad que, veinticuatro horas después, el cardenal, sufriendo presiones del resto de la Conferencia Episcopal, tuvo que decir 'donde dije digo, digo... digo'

    Porque no dudemos que este proceso nos urge. Cada día, cada minuto es un calvario innecesario para millares de personas transexuales en España. No sólo debemos hacer el esfuerzo de comprenderlas, sino que hemos de asumir que es una realidad que supone una falta de igualdad y de derechos humanos para una pequeña parte de la sociedad. Y cuando se conquista una respuesta legal es el triunfo de todos.

    La ley de identidad de género supondrá que las mujeres y los hombres transexuales puedan cambiar su sexo registral y legal sin necesidad de someterse a una operación quirúrgica, como hasta ahora se exigía. Entre otras cosas, porque son muchas las personas que no se realizan las operaciones, llamadas plastias, bien porque no pueden o porque no quieren. Será sin duda una de las leyes en materia de género más avanzadas de Europa.

    Algunos países de nuestro entorno ya cuentan desde hace tiempo con una legislación específica, que da cobertura y seguridad a estas situaciones: Suecia (1972), Alemania (1980), Italia (1982), Holanda (1985), Turquía (1988) y Reino Unido (2004).

    ¿Existe una mayor discriminación que aquélla que no permite a la persona vivir con el sexo que verdaderamente siente? ¿Quién puede negar que no existe una discriminación, si nueve de cada diez personas transexuales no puede trabajar por no llevar un DNI acorde al sexo en el que viven y su única salida es la prostitución? ¿Quién puede negar que el índice de paro en mujeres transexuales supera el 90% y en los hombres es aproximadamente un 70%?

    La ley de identidad de género, que ha entrado en el Congreso de los Diputados poco antes de que finalice el actual periodo de sesiones, supone el último escalón de igualdad de derechos que el Gobierno socialista ha impulsado. Si la aprobación de la ley que permite el matrimonio entre personas del mismo sexo supuso la consecución y la transformación de la discriminación social de gays y lesbianas en un futuro de justicia social y ciudadanía de primera, esta ley supone culminar la apuesta por extender los derechos civiles a los sectores más marginados. Porque el verdadero cimiento de una sociedad democrática radica en legislar acuerdos que transformen la sociedad y apuesten por la ciudadanía.

    El Partido Popular, al que ahora se le quiere negar todo, hizo grandes cosas en los años noventa y en los primeros dos mil, pero hay que reconocer que lo mismo en la primera etapa socialista como en lo que va de este mandato los que gobiernan, sin olvidar el papel que ha tenido Izquierda Unida, han puesto a España en la vanguardia de las libertades civiles y sexuales; es decir, a la cabeza de los derechos humanos.

    Con este proceso no termina el trabajo que todavía hay que hacer. Las leyes aún están muy por debajo de la sociedad y es necesario que desde todos los ámbitos sociales y públicos se siga apostando por una educación y una pedagogía que se encamine hacia la erradicación de cualquier tipo de agresión y discriminación.

    En la España del siglo XXI por fin no va a haber otro género que el género humano. Ya va siendo hora que el mundo amanezca bajo una sonrisa diferente. Bajo las premisas del gozo de una sociedad heterogénea, plural, diversa. Donde nadie se sienta excluido por ser discapacitado, inmigrante o transexual. Un mundo sin barreras. Una sociedad capaz de responder ante la sorpresa de lo extraño, ante la riqueza de la diferencia. Un mundo de verdad, para todos y todas.
Trabajando...
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