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Iglesia y homosexualidad

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    Iglesia y homosexualidad

    ANTONI RUIZ SOLER - Presidente de la Asociación de ex presos sociales

    La Iglesia Católica y su controversia con la homosexualidad, vuelve a la actualidad política, mediática a causa del derecho al matrimonio civil de las parejas homosexuales. Con este motivo la Iglesia se atreve a emplear un lenguaje, en la forma y contenido, ignorante de las ciencias que explican la sexualidad humana, rescatándola de la tiranía de los dioses desvelando el tabú con el que nos hemos iniciado en la sexualidad.

    A) Que la Iglesia para defender la familia tenga que condenar toda forma de liberación sexual ya sea homosexual o heterosexual, es un misterio o un ejercicio de hipocresía difícil de igualar a no ser que pretenda hacemos creer que la sexualidad se gobierna por leyes predeterminadas en la naturaleza, de manera que su única y exclusiva función es la procreación y fuera de esa razón todo es perversión, lujuria, o desorden; la mujer solo es reconocida como un elemento necesario para la procreación pero de segundo orden, pues la primacía está depositada en el semen.

    Seguir planteando una moral sexual en la que la mujer más que persona es receptáculo de la vida o fuente de placer pecaminoso es sencillamente un disparate con resultados trágicos.

    B) Lo mismo ocurre con su planteamiento de la homosexualidad. El principio ideológico moral de que la sexualidad es intrínsecamente mala y sólo siguiendo el camino marcado por la razón-logos divino en función a la procreación, adquiere la categoría de leus-nature o Ley natural, lo contrario es fruto del pecado o enfermedad. Semejante concepción de la naturaleza sexual está superada y obedece a una manera de concebir la naturaleza del estoicismo y del dualismo platónico. Cuando la Iglesia habla de actos contra-natura se refiere a ese unilateral concepto de naturaleza presente en la filosofía estoica platónica y padres de la Iglesia. Esta fanática posición impermeable a la ciencia que sobre la homosexualidad viene a reconocer que se trata de una variación innata de los mecanismos biológicos y psicológicos, por lo que está fuera del control del individuo y exige por decencia intelectual una revisión de la moral sexual, para que esta deje de ser una ideología que en el transcurso del tiempo, sólo ha hecho infelices a los seres humanos como bien puso de relieve W. Reich

    C) Los homosexuales no somos enfermos ni pervertidos como ya en 1974 declaró la Asociación Psiquiátrica Norteamericana al dejar de incluir la homosexualidad entre los trastornos mentales de la asociación que la incluía como una «desviación sexual». Más tarde la OMS se sumó a esta declaración al reconocer que la homosexualidad no es una enfermedad, no es un vicio, no es consecuencia de tendencias antisociales, ni las secuelas de padres ineptos o de una infancia traumática.

    Pero algunos jerarcas de la Iglesia se empeñan públicamente en aparecer como contrarios de todo pronunciamiento científico que no sea mantener la tesis de la escuela Psiquiátrica, representada en España por el doctor Vallejo-Nágera, que provocó la culminación definitiva de la injusticia legal y la persecución de la comunidad homosexual en la Alemania nazi y en otros países.

    En 1936 H. Himmerl, promulgó un decreto que decía que todos los degenerados-invertidos llevaran triángulos de color púrpura en publico. Más tarde se envió a todos los homosexuales a campos de exterminio -algunas fuentes sitúan el numero de homosexuales muertos en por lo menos 500.000, la cifra mas alta después de los judíos-.

    En nuestro país se siguieron los mismos pasos: escarnio publico, cárcel y centros de curación allá por 1970 cuando se derogó la Ley de Vagos y Maleantes que desde 1954 criminalizaba la homosexualidad, se sustituyó en agosto de 1970 por la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social, una ensaladilla jurídica de carácter preventivo-terapéutico por la que la moral católica tomo la categoría de Ley y el pecado de delito. Esta ley por fin se derogó en 1995.
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