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Cierre del 900Rosa: la mirada de un voluntario

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  • Cierre del 900Rosa: la mirada de un voluntario

    El otoño de 2011, aconsejado por un buen amigo que a la sazón era el coordinador del servicio, decidí apuntarme al curso de voluntariado organizado por la Coordinadora Gai-Lesbiana de Catalunya encaminado a formar gente para atender el 900Rosa, el teléfono gratuito, anónimo y confidencial de atención a personas LGTBI y de información sobre VIH/sida gestionado por dicha entidad. Era una buena ocasión de retomar el tema del voluntariado, abandonado años atrás, y más aún tras mi cambio de residencia a Barcelona. En un principio, y durante todo el curso, estuve dudando si yo sería capaz de atender llamadas al teléfono, pues me daba la impresión de que requería una preparación, un cuajo y un temple especiales, como así lo demostraban los propios contenidos del curso. Mis miedos eran compartidos por todas mis compañeras y compañeros de promoción. Pero aunque uno no se planteara terminar de voluntario al teléfono, merecía la pena hacer la formación, pues en el curso se tocaban todos los aspectos de la realidad LGTBI, no sólo en cuestiones de salud y prevención del VIH/sida e infecciones de transmisión sexual, sino también en cuestiones de derechos e igualdad, familias, adopción, homosexualidad, transexualidad, intersexualidad… Cualquier cosa, en definitiva, que pueda preocupar a la gente y por la que puedan llamar preguntando. Y, lo que es más importante, se nos enseñaba a hacer counselling, término inglés que viene a ser algo así como “escucha empática y activa” o, lo que es lo mismo, atender a la persona que llama sin que ésta se sienta en ningún momento ni juzgada, ni menospreciada, ni cuestionada. Saber estar con el o la llamante, que se sienta atendido, pero no juzgado.

    Porque esa ha sido la máxima del 900Rosa durante sus casi 22 años y medio de existencia: no juzgar ni aconsejar a quien llama, sino simplemente escuchar, dar información, ayudarle a ver las opciones que tiene para afrontar su problema, y que él o ella decida. Era la forma de que las personas que llamaban perdieran los miedos y las dudas a la hora de exponer sus preocupaciones ante un perfecto desconocido al otro lado del teléfono.

    El curso tenía una duración de unas 50 horas, durante dos meses, pero acababa con unas jornadas de fin de semana en una casa de colonias en un pueblo precioso, perdido y solitario en la comarca catalana del Bages. En dichas jornadas se llevaban a cabo, por parte de voluntarias y voluntarios veteranos, simulaciones prácticas de llamadas a las que los alumnos teníamos que atender para que el profesorado evaluara la aptitud de la alumna o el alumno. Se fomentaba, además, la convivencia entre todas las personas voluntarias, tanto nuevas como veteranas. Era el fin de semana de las dudas, de las tribulaciones, del “Ay, madre, que yo no voy a ser capaz”. El fin de semana de simulaciones enganchaba hasta tal punto que cuando eras veterano te apuntabas sin dudarlo (si tu agenda te lo permitía) a las nuevas jornadas prácticas de los cursos que se realizaban con posterioridad al tuyo. La formación se completaba, una vez acabado el curso y las jornadas prácticas, con una monitorización por parte de un voluntario o voluntaria veterana que revisaba las llamadas que recibía el nuevo.

    El 900Rosa empezó a funcionar en mayo de 1991, en pleno azote del VIH/sida, de la mano de la Coordinadora, creada unos años antes. Suponía un servicio pionero en Cataluña y en España, pero con precedentes fuera de nuestras fronteras: un teléfono donde se pudiera informar tanto sobre prevención y riesgos, como sobre los caminos a seguir, ofreciendo soporte emocional y empatía a las personas recién diagnosticadas. Pero el brote verde, mejor dicho rosa, creció, tuvo que crecer a la fuerza: la mayoría de las llamadas estaban relacionadas con el VIH/sida, pero no sólo era el sida lo que le preocupaba a la gente, también sus derechos, también las asociaciones, también su entorno social, sus familias, la soledad… Y no llamaba gente sólo de Barcelona, ni siquiera de Cataluña, sino de toda España. En sus 22 años de andadura se han atendido más de 100.000 llamadas, la mayoría de ellas de fuera de Cataluña.

    Estuve como voluntario en el 900Rosa durante más de un año y medio. Un año y medio en el que el teléfono rosa me aportaba a mí más de lo que yo le aportaba a él, un año y medio de compromiso, de labor social, de que una voz anónima al otro lado del hilo terminara la conversación mejor de como la empezó. Un año y medio en el que la tarde menos pensada podías salir de la coordinadora llorando de alegría, de pena, de solidaridad. Un año y medio en el que veías, día a día, todo lo que queda por hacer en materia LGTBI, por más que la gente, nosotras y nosotros mismos, pensemos a veces lo contrario. Creo que fue La Rochefoucauld quien dijo que el hombre se mueve siempre por egoísmo y que hasta los actos más aparentemente altruistas del ser humano son en realidad egoístas. O dicho de otro modo: cuando ayudas a los demás, te ayudas a ti mismo. Creo que eso es lo que a mí me ha pasado durante mi permanencia como voluntario en el 900Rosa. Era reconfortante no ya informar, sino el saber que habías podido aliviar la angustia de una persona cualquiera, solo con escuchar, solo con mostrar empatía, solo con hacer que no se sintiera cuestionada. Porque la persona que llamaba al 900Rosa era, ante todo, un ser humano con sus dudas y tribulaciones, con su carga emocional: con su miedo al rechazo o a un futuro que cree negro; con su sentimiento de culpa por “haber perdido la cabeza” en el último momento y no haberse puesto el condón, o por haber sido infiel a su pareja y creer que iba a pagar las consecuencias con una ITS; o, simplemente, con su homofobia interiorizada que le impedía relacionarse con los demás y aceptarse tal como es. De todo eso iba el 900Rosa y todo eso va a desaparecer ahora.

    Porque el 900Rosa cierra sus puertas. Después de 22 años y pico. Después de haber sido un teléfono de referencia en lo que a información sobre VIH/sida y otras ITS se refiere. Después de haber estado, durante mucho tiempo, en la lista de teléfonos de la web del Plan Nacional del Sida del Ministerio de Sanidad. Hasta tal punto se convirtió en un teléfono de referencia que mucha gente llamaba al 900Rosa derivada desde otros servicios de información sobre VIH/sida que se suponían similares y “hermanos” del nuestro. El “llamo porque me han dado este teléfono en Cruz Roja” se convirtió en una especie de lugar común en el 900Rosa. Y ahora todo se va al garete, a la porra, a la mierda, Kaputt. En un contexto de recortes sociales brutales y dolorosos en todos los ámbitos, el Ministerio de Sanidad -a través de un Plan Nacional del Sida que ha quedado convertido en algo poco más que testimonial- ha recortado las subvenciones a todas las organizaciones de lucha contra el VIH/sida españolas drástica y vergonzosamente. Pero a las catalanas, aunque prestaran sus servicios a todo el Estado, simplemente se las han suprimido. Las han reducido a 0 euros. Y por dos años consecutivos ya, lo cual ha hecho que la situación económica de la Coordinadora (y con ella, del 900Rosa) sea inviable.

    Yo, personalmente, además de la satisfacción personal de la que hablaba antes, me llevo mucho y bueno de mi etapa atendiendo llamadas en el 900Rosa. Me llevo además un bagaje personal y cultural que ni por asomo pensé que sería tal cuando me apunté al curso de formación. He aprendido mucho sobre cuestiones LGTBI, he aprendido counseling, he aprendido a abrir más la mente en muchos aspectos, he trabajado en equipo, me he reído, he llorado, me he divertido, he sentido el valor de la palabra “gracias” y, sobre todo, he conocido gente de esa que merece la pena conocer. Gente a la que siempre tuve la sensación de que, en un afán de no irme del todo de allí, de que mi corazón siguiera con ellas y con ellos, no les di las gracias ni les dije adiós como debía cuando hace unos meses dejé el teléfono. Se cierra un capítulo de nuestras vidas, de las vidas de las voluntarias y voluntarios que hemos pasado por el 900Rosa; pero lo que es más importante, en este período de involución constante y precipitada que está viviendo España (y con ella Cataluña), se cierra también un capítulo en el activismo LGTBI y en el derecho de las personas a encontrar un lugar de referencia al que acudir cuando lo necesiten. Lo peor de todo es tener la sensación de que –como tantas y tantas cosas en la era Rajoy- se va para no volver. Todo esto, como decían en Blade Runner, se perderá como lágrimas en la lluvia. Será muy difícil que vuelva a haber un servicio semejante, ni en Cataluña ni, por descontado, en España.

    Fernando Querejeta

    Fuente: Cierre del 900Rosa: la mirada de un voluntario
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