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La confabulación de Eros. Daniel Fernández. Stonewall.

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  • La confabulación de Eros. Daniel Fernández. Stonewall.

    Estamos ante una novela divertida, pues es preciso tomarla en clave de humor, planteada en un futuro lejano, a unos mil años de nuestros días, donde la paz mundial ha llegado al fin y enamorarse y ser correspondido es fácil, fácil, fácil: un proceso mecánico, a cambio de un pago, y con garantía de dos años. Podría pensarse que hay electrodomésticos asegurados por la firma que los fabrica apenas seis meses.

    Si Matrix nos enseñó algo es que tus poderes solo funcionan en el Mundo No Real. Al igual que Neo no podía dar saltos descomunales, volar ni luchar fuera de Matrix, tú solo bailas y cantas fenomenal en tu imaginación. En la realidad, te mueves con la misma gracia que una medusa epiléptica y tu voz hace que los muertos se suiciden.

    No castigues al mundo. Guárdate tu talento”.

    Página 155.

    Estamos ante una novela divertida, pues es preciso tomarla en clave de humor, planteada en un futuro lejano, a unos mil años de nuestros días, donde la paz mundial ha llegado al fin y enamorarse y ser correspondido es fácil, fácil, fácil: un proceso mecánico, a cambio de un pago, y con garantía de dos años.

    Podría pensarse que hay electrodomésticos asegurados por la firma que los fabrica apenas seis meses.

    Hasta ahí todo es casi perfecto, dos años, por otro lado no es el colmo de la estabilidad ni queda muy claro la viabilidad de criar a la descendencia si se cambia de pareja en tal plazo, pero proporciona, supongo, cierta variedad que da emoción y sazona la vida. Sin embargo al protagonista algo no le funciona: la máquina o sistema que encuentra posibles parejas a todo el mundo, y que se llama Eros, no tiene resultados con él, no encuentra a nadie compatible.

    Y no es porque sea homosexual, en ese futuro ideal la homosexualidad, la bisexualidad son totalmente aceptados sin prejuicio alguno, una de las muchas ventajas de un mundo tranquilo y bien organizado.

    Además se encuentra un blog del siglo XXI, sobre el que se han perdido casi todos los datos tras una gran guerra, y en él los lectores hallan algo sorprendente: en el pasado la gente no necesitaba ninguna máquina para enamorarse. ¡Lo cual les resulta inexplicable! No sólo han perdido la capacidad de enamorarse por sí mismos, también la memoria de cómo era aquello antes de que existiera Eros. Lo cual tiene su fina ironía, como si los griegos no hubierasn sabido cómo enamorarse en el siglo V antes de Cristo, sin aquel diosecillo dotado de flechas, carcaj, y cierto humor pesado a veces. En el proceso de tres mil quinientos años el hombre habría perdido el conocimiento de levantar pirámides y en otros tres mil quinientos habría sustituido al dios y la mitología por la máquina y la tecnología, sólo que en esta última fase uno no explicaría su sentimiento por el capricho de un dios, sino por voluntad de accionar una tecla, un microchip.

    El texto está escrito sin florituras formales, es directo y claro, con diálogo sencillo y directo, y el vocabulario contemporáneo y accesible. La temática futurista y LGTB flirtea con los guiños eróticos, como la escena de huida a través de un cuarto oscuro (que siguen existiendo a pesar de estar aceptada la homosexualidad), y con la importancia del POP como símbolo de libertad y capacidad de enamorarse más allá de mera música para entretenerse. Quizá por eso Madonna aparece como un personaje más que ejemplifica que tras la aparente superficialidad y egocentrismo del Pop, hay capacidad de sentir y hasta un cierto compromiso.

    En este siglo XXXI los treintañeros se siguen comportando, eso sí, como los veinteañeros de 1990: salen de copas, ligan con el más bueno que pueden y empiezan a plantearse las parejas estables, aunque echen de menos la libertad de salir continuamente. Para su alivio existen pastillas legales que borran los efectos de la resaca.

    El concepto del amor que se maneja respecto al siglo XXI, en cualquier caso, debería analizarse con detenimiento, pues no parece responder a una capacidad de compromiso y entrega al ser amado, sino más bien como el proceso de enamoramiento previo más ligado a un físico o un guiño casual, como son los casos de seducción fallidos del protagonista/autor del blog, un muchacho llamado "Proudstar", que entiendo deberíamos traducir "Estrella del Orgullo".

    “Desde que estoy soltero, he adoptado la buena costumbre de pillarme libre la semana del Orgullo LGTB para zorrear y emborracharme disfrutar de toda la oferta lúdica y cultural existente desde el miércoles al domingo sin tener que preocuparme de volver a casa a una hora prudente. Debo confesar que me encantan estas fiestas: estar en la calle, conocer gente nueva, ver a amigos que viven fuera de Madrid y deleitarme la vista con chulos de toda España […]”.

    Página 172.

    Pero la parte más interesante, que quizá quede un poco eclipsada por la historia de amor a través de tiempo y aventura de buenos contra malos, es la eterna dicotomía frente a la que se ha debatido el hombre desde la toma de conciencia tras el sedentarismo: la libertad versus la seguridad. Eros, el programa o sistema que hace que la gente se enamore artificialmente además controla la rebeldía de todos los usuarios, la parte del cerebro que cuestiona a los gobiernos. Eso proporciona la paz mundial, pero en el camino se ha perdido la capacidad de amar, y de analizar críticamente la realidad que nos rodea. Este debate sigue siendo tan interesante y vivo como siempre y parece que seguirá siéndolo. Es la dualidad del alma humana.

    Si los lectores quieren saber qué sucede en este siglo XXXI de "La confabulación de Eros" y qué decide su población sobre la libertad o la seguridad, la paz o el amor, o en qué medida Madonna forma parte de esa decisión... recomiendo que vayan directamente a la fuente y se beban la novela que, casi seguro, les permitirá llegar al final como si fuera un vuelo aéreo: línea directa y sin paradas.

    Fuente: La confabulación de Eros. Daniel Fernández. Stonewall.
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