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Más detalles de la vida: El factor rubio en el Hollybood gay: Tab Hunter, el homosexual virginal de los cincuenta

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  • Más detalles de la vida: El factor rubio en el Hollybood gay: Tab Hunter, el homosexual virginal de los cincuenta

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    Algunos actores significan más de lo que sus interpretaciones nos harían pensar. Y Tab Hunter tiene su nicho en la historia del cine, más allá de icono gay del Hollywood de los años cincuenta. Un nicho pequeño, como breve fue su carrera y limitado su talento. Pero a veces no hace falta tanto. Tab Hunter significó la apoteosis de lo rubio cuando ser rubio era una cosa seria, cuando lo rubio era una mitología que incluso en los hombres significaba cosas sobre la nación y el mundo.

    Ni siquiera tenía que ver con la belleza. Ser rubio, no rubio a medias, sino tener cara, ojos, labios, dientes, esos pezones rubios, en 1956, que fue el año de gracia de Hunter, era formar parte de un sistema de creencias pararreligiosas que probablemente ya nunca sería tan sólido. Es posible, no del todo seguro, pero posible, que Hunter se inventase en los laboratorios USA como antídoto a James Dean, y de hecho surge como estrella cuando muere éste.

    Las fechas parecen apuntar a ello. O igual su doppelgänger: el James Dean ‘bueno’, de orden, una vez intentaron sacudirse al anterior. Sin éxito. El respiro que supone la segunda mitad de los cincuenta fue falso y breve, nadie podía parar lo que se avecinaba y por eso el reinado de Tab Hunter fue efímero.

    El rock and roll, que ya esperaba entre bambalinas, acabaría con la fantasía que la estrella encarnaba. Durante una temporada los Beach Boys intentarían combinar rock and roll con rubiez, pero no funcionó. Hoy los Beach Boys son recordados sobre todo como preludio a los Beatles. Y los Beatles no eran rubios.

    Volviendo a Tab Hunter, en sus memorias se quejaba de que la gente lo asociase al surf. Solo hizo una película de surferos, insistió. Y sin embargo es imposible disociarlo de cierta idea de California, de pasarse el día en la playa. De no hacer gran cosa. La pasividad fue uno de sus rasgos centrales como estrella. Y esto es solo lo que se veía. Además de epitomizar lo rubio en la era más rubia de la historia de la humanidad, representa al homosexual de buena fe a quien su rubiez sin conflicto hace que le perdonen su armario.

    Se dice que la prensa basura tenía archivos sobre Hunter, como los tenían sobre su amigo Rock Hudson, pero ambos tenían contratos que no podían echarse a perder con mala publicidad, así que quien lo pagó fue George Maharis, un actor con peor agente.

    Tenemos la suerte de que Hunter nos dejó sus memorias y colaboró en un documental sobre su vida, Tab Hunter Confidential, en el que no aparece como alguien muy especial a pesar de sus esfuerzos: nos revela que lo que de verdad le gustaba eran los caballos. Pero qué más da. El efecto de estas memorias no es revelar nada o hacer activismo, es permitir discurso.

    Los años cincuenta son más interesantes si podemos postular que Tab Hunter y Tony Perkins fueron novios. O amantes.

    De alguna manera da una dimensión irónica a una época aburrida. Y así podemos ver al actor, y ciertas ideas sobre la homosexualidad como un efecto de circunstancias históricas que solo se dieron en aquellos años. Habla de aquellos años, del Hollywood que Kenneth Anger comparó en vicio a la antigua Babilonia, como un lugar en el que un chaval rubio podía acompañar a un caballero de cierta edad e inclinaciones bien conocidas a un restaurante y que no pasaba nada. Queremos saber sobre el Hollywood gay, pero Tab, que algo sabía, nos dice que él solo pasaba por ahí. Incluso cuando se trata de revelar la verdad, Hunter se comporta como la versión masculina de Sandra Dee. No la Sandra Dee real, sino la parodiada por la casquivana Rizzo en Grease: “Look at me, I’m Sandra Dee, lousy with virginity…”. De hecho es su presunta virginidad lo que más nos asombra del retrato que hace de sí mismo en sus memorias.

    Para los que fuimos fans, el cuerpo, exhibido en algunas películas, era un objeto de deseo inalcanzable, y encontrar algo de su piel en la pantalla era la principal justificación de la mayoría de sus películas. En realidad fueron pocas películas. Fue el último actor con contrato de siete años en la Warner, y la única que merece recordarse es el musical de 1958 Damn Yankees (que en España, con gran optimismo y sorteando la posible blasfemia, se tituló ¡Ganaremos el partido!). Hay en él un número que yo creo que define muy bien no solo a Hunter, sino toda una ideología: la diablesa Gwen Verdon decide corromper al sanote Joe Hardy con un número ‘latino’ de seducción y un casto striptease; el hombre es objeto de una mujer caricaturesca, el hombre no sucumbe, la mujer fracasa.

    Añadir a esta mezcla el hecho de que el hombre era Hunter a quien le gustaban los caballos y Tony Perkins (probablemente en este orden) abre paso al matiz. Hay otra cosa que el conocimiento de la sexualidad de Hunter nos comunica. Hasta bien entrados los ochenta, los únicos homosexuales que se nos permitía ver eran feúchos, poco atractivos. Para quienes sabían lo suyo debía resultar reconfortante la idea de que un homosexual también podía ser rubio. Lo de Andy Warhol y Paul America en My Hustler vino después.Y yo creo que la inspiración es la misma.

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    Los actores Tab Hunter y John Bromfield en una típica imagen del Hollywood de los años cincuenta.

    Tab Hunter nos habla de la América que quiso creerse que era algo noble, limpio y sencillo mientras imponía racismo con una sonrisa e ideologías nocivas, mientras comenzaba a masticar y escupir el mundo a su antojo, mientras entraba a saco en países de gente pobre con problemas propios. Hay que tener presente a Tab Hunter si pensamos en Corea y Vietnam.

    Desear a Tab Hunter era desear un modelo de vida imposible, utópico, desproblematizado, un por qué no, una mentira, una manera de eludir la realidad desde presupuestos de superioridad racial, un canto al optimismo. Llegaron los sesenta y Tab Hunter, como significante, dejó de tener sentido. Siguió hiciendo películas y en una de ellas, Lust in the Dust, compartía escenas con Divine y era utilizado irónicamente por John Waters. En la secuela de Grease aparecía como profesor que enseñaba a sus alumnos sobre los misterios de la reproducción humana.
    Que Tab descanse en paz, pero que su memoria siga deleitándonos.

    Fuente: https://shangay.com/2018/07/11/el-fa...los-cincuenta/
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