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Ser ‘trans’ en Honduras es prácticamente un delito, considera refugiada

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    Migrantes hondureños en Chiquimula, Guatemala, avanzan en caravana con dirección a Estados Unidos, en imagen de archivo. Foto Afp

    Ciudad de México.

    La violencia que las mujeres trans enfrentan en Honduras, dicen, se parece al infierno.

    “En mi país, prácticamente es un delito ser trans. Vives discriminación, abusos, violencia, explotación, violaciones y riesgo de muerte”, relata en entrevista Luna, mujer trans sobreviviente de abuso sexual y violencia de género, quien hoy vive en condición de refugiada en México.

    La Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) ha brindado apoyo a Luna, sobre todo psicosocial. Quien como otras chicas trans hondureñas, ha encontrado en territorio mexicano una segunda oportunidad.

    Usa ese nombre y es cuidadosa en no revelar su ubicación para garantizar su propia seguridad.

    De acuerdo con la Comar, que hasta principios de diciembre de 2020 casi 14 mil mujeres y niñas han pedido asilo en México, cifra equivalente a 37 por ciento del total de las solicitudes. De ese total, por lo menos 3 mil son niñas y adolescentes.

    No existen datos desagregados relacionados con identidad de género y orientación sexual, al ser esto algo que las personas pueden preferir no revelar en el registro inicial de sus solicitudes y casos, y considerando que los casos se registran normalmente conforme a documentos de identidad de país de origen, señaló Sofía Cardona Huerta, asociada senior de protección, punto focal de violencia de género de la oficina en México de Acnur.

    Luna, nació en uno de los barrios más violetos de San Pedro Sula. Descubrió su identidad a los siete años, y desde entonces inició su martirio.

    “No me sentía segura ni en mi propia casa. Desde que mi familia se dio cuenta de mi identidad, aun cuando yo era una niña, hubo maltrato para intentar cambiarme. El daño empieza desde que comienzas a conocerte y a ser quien eres. Se da en la familia, en la escuela, en la sociedad. Nadie nos acepta”.

    Hermanos, tíos y otros familiares la violentaban constantemente desde su adolescencia. Pero lo peor llegó cuando las pandillas la secuestraron. Al igual que a muchas mujeres trans en ese país, la obligaron a prostituirse y la usaron de mula. Cuando cualquier chica se rehusaba, la molían a golpes, la agredían sexualmente o la mataban.

    “Hay una doble moral, nos desprecian pero a la vez nos utilizan. Quienes solicitaban nuestros servicios sexuales eran las propias autoridades, policías y hombres con dinero”.

    Las mantenían en casas de seguridad, constantemente las amenazaban y sufrían abusos sexuales tanto por sus captores como por los clientes.

    Fue hasta su cuarto intento de fuga cuando Luna tuvo éxito y llegó a México. Las tres ocasiones que su escape fracasó, el escarmiento fue terrible: la violentaron hasta casi asesinarla. En una de esas ocasiones ya estaba en Guatemala, y ahí, cómplices de las pandillas de Honduras la delataron. La golpiza que le propinaron la dejó varios días en cama, con fiebres muy altas y un dolor insoportable, la tuvieron sin comida y con muy poca agua.

    Después de eso se dio cuenta que, cautiva o no, la matarían. Era una ruleta rusa, pero tenía más probabilidades de sobrevivir si escapaba. En su cuarto intento, un hombre, parte de la pandilla, la ayudó a fugarse a cambio de favores sexuales.

    Cuando llegó a Tenosique, Tabasco, se sintió libre por primera vez en su vida. “No lo podía creer, sentía que en cualquier momento me podían dar para atrás y regresarme, y si era así, no sobreviviría de todo lo que me harían. Por fortuna esos pensamientos se han ido, pero hoy, cuando la gente me ve, siento que saben mi pasado. Creo que viviré con eso toda la vida”.

    Su vida en México no ha sido sencilla, ha enfrentado peligros, abusos y discriminación. Aunque, dice, nada comparable a lo sufrido en Honduras.

    Fue gracias a un brasileño que conoció en México que supo que podía solicitar refugio. “Muchas chicas trans no tenemos idea de esa posibilidad”. Tras varios meses, la Comar le otorgó esa condición, aunque con un detalle: con su nombre de nacimiento: el masculino. Eso le ha dificultado sobre todo encontrar empleo. “Me quieren en mi papel de gay, pero no de trans, yo soy una mujer, aunque haya nacido hombre”.

    Gracias a la Acnur ha comenzando a ver una nueva esperanza. No sólo por el apoyo psicológico y psiquiátrico que le han brindando, sino porque personal de esa oficina le han acompañado en otros ámbitos.

    Cardona Huerta, asociada senior de protección, punto focal de violencia de género de la oficina en México de Acnur, detalla que si bien la migración de mujeres trans hondureñas se da desde hace varios años por violencia de género y discriminación, el fenómeno se detectó conla caravana migrante de noviembre de 2018.

    “La violencia de las pandillas afecta de manera diferenciada a cada perfil. A jóvenes y niños varones, el peligro que enfrentan el reclutamiento forzado; mientras que las mujeres e integrantes de la comunidad LGBTTTI sufren violencia de género, y los segundos una violencia homofóbica y transfóbica gravísima”.

    La experta apunta que la violencia contra miembros de la comunidad LGBTTTI, entre ellos las mujeres trans, lejos de ser castigada, en Honduras es vista como “una limpieza social, porque se cree que no deberían existir y hay que matarlos. Pero entre tanto, los pandilleros las utilizan para introducir drogas a las cárceles o venderla, para enviar mensajes, para cobrar, para guardar armas en su casa, o para prostituirlas.

    “El trabajo sexual es un mercado controlado por las pandillas, y las mujeres trans enfrentan un doble riesgo: son utilizadas y explotadas, y también violadas y agredidas por los pandilleros, policías y clientes”.

    Asegura que en México se viven claroscuros. Por un lado representa la oportunidad de una nueva vida para cientos de mujeres trans, pero por otro lado aún hay limitaciones para su reconocimiento como refugiadas ya que la documentación no se les da con base en su identidad, sino por su nombre de nacimiento.

    Luna ha testificado que su vida en México no será fácil, pero sobre todo envía un mensaje: “Quiero decirle a la gente que las chicas trans somos personas normales, no venimos de otro planeta, sólo necesitamos apoyo, pues muchas hemos pasado por situaciones como ésta”.

    Frente a todos los obstáculos que se le presentan tiene claro que no se detendrá, pues después de sobrevivir “al infierno”, ha renacido.

    Fuente: https://www.jornada.com.mx/notas/202...sPv20yAmu2MPWk
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