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La comunidad gay lidera la batalla por la igualdad en la Sudáfrica democrática

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    La comunidad gay lidera la batalla por la igualdad en la Sudáfrica democrática

    Mónica Mateos-Vega (Enviada)

    En la nueva Sudáfrica democrática la lucha no cesa. Ahora es también por la consolidación del respeto a los derechos humanos, la tolerancia y la igualdad.
    En esa batalla, la comunidad gay marcha a la vanguardia, junto con activistas que combaten la propagación del sida, así como numerosas prácticas discriminatorias que aún persisten.
    El Museo del Apartheid (La Jornada, 12/07/08) presenta estos días una muestra de esa gran labor que los homosexuales sudafricanos han realizado en la construcción de la libertad que ahora goza la llamada nación arcoiris (por la vasta gama de razas que se integran su población).
    La exposición temporal titulada Asuntos domésticos: acerca del amor, matrimonio, familia y derechos humanos, además de aproximar al espectador a la intimidad de los matrimonios gays que desde hace un par de años están legalizados en ese país, ofrece un panorama del contexto en el que el término familia se desarrolla en este lado del mundo.
    Además del hogar tradicional (madre, padre y dos hijos), aquí están los testimonios de las parejas gay a las que ya se les permite adoptar niños, de los integrantes de un matriarcado, de uniones poligámicas o interraciales.
    Curada por Sharon Cort y diseñada por Clive van den Berg, a partir de un proyecto de la asociación Gay and Lesbian Memory in Action (Gala), el recorrido por la exposición no es sólo un acercamiento a la historia de la batalla por la igualdad constitucional, sino una invitación para que el visitante practique la tolerancia.
    En los folletos se informa que los ataques a grupos vulnerables (gays, inmigrantes, mujeres) por razones de xenofobia u homofobia, “amenazan con negar lo que hemos ganado y construido al derrotar el apartheid. Recordemos siempre que nuestra Constitución impide que desarrollemos una cultura en la que alguien se sienta inseguro, indigno o desprotegido por ser diferente”.
    Contra las leyes de los opresores
    Varias personas, sobre todo turistas occidentales, se sorprenden al enterarse que fue hasta la llegada de los colonizadores europeos a África cuando las relaciones entre personas del mismo sexo fueron estigmatizadas.
    Antes, en al menos 40 diferentes culturas africanas, por ejemplo, de Sudán, Kenia, Ni-geria y, por supuesto, Sudáfrica, eran comunes los matrimonios entre mujeres. En el Congo se permitían las uniones entre los guerreros y adolescentes, por los que tenían que pagar una especie de dote.
    “Cuando los holandeses y británicos llegaron a colonizar Sudá-frica, los primeros en el siglo XVII, los segundos en el XIX, convirtieron la homosexualidad en un crimen y la sentencia era muerte o cárcel. Cuando los misioneros llegaron con el cristianismo, dijeron que la homosexualidad era un pecado”, explica Marion Drew en el texto A different fight for freedom que se reparte a todo el que entra a ver la muestra.
    Agrega que una ley de 1949 penalizaba que personas de razas diferentes se casaran. Al año siguiente, esa norma se tornó más radical al considerar “ilegal” que una persona blanca tuviera sexo con un negro, pero las costumbres eran más fuertes que las leyes de los opresores: en los años 40 y 50 en la región de KwaZulu-Natal, en las aldeas más pobres, se siguieron efectuando concurridas ceremonias matrimoniales entre hombres.
    El amigo de Mandela
    La muestra también narra la historia del amigo gay de Nelson Mandela, quien ayudó durante mucho tiempo al líder negro en su lucha contra el apartheid, hasta que la policía arrestó a los dos cuando salían de una reunión con partidarios del Congreso Nacional Africano.
    Se trata de Cecil Williams, inglés que llegó a Sudáfrica en los años 20 para trabajar de maestro, periodista y director de teatro.
    Williams odiaba la política segregacionista y buscó los medios para expresarlo en los escenarios, incluyendo actores negros y blancos, no obstante las restricciones impuestas.
    Williams estuvo poco tiempo en prisión, pero se le prohibió trabajar o asistir a reuniones políticas en Sudáfrica, por lo que debió dejar el país.
    Falleció en Gran Bretaña, en 1979, pero el trabajo que realizó con sus alumnos y en espacios teatrales en favor de la igualdad todavía es recordado.
    A partir de 1994, cuando Mandela llegó al poder y terminó el racismo institucionalizado, los homosexuales sudafricanos han acudido en diversas ocasiones a las cortes para impulsar importantes cambios en el ámbito legislativo.
    Han conseguido, al menos, 30 reformas que les aseguran protección y respeto, la más importante, señalan, es la cláusula añadida en 1996 a la Constitución: todos los sudafricanos son iguales.
    En 1998 se dispuso legalmente que no es un crimen que una persona tenga sexo con alguien de su mismo género, también se permitió que las parejas extranjeras de los homosexuales vivieran con ellos en el país.
    La muestra concluye con este mensaje:
    “Gays y lesbianas no somos más ciudadanos de segunda. Pero esto no es el fin. La lucha continúa. Cosas terribles nos siguen pasando: violaciones, asesinatos. Seguimos luchando por los derechos de las mujeres y, sobre todo, por las personas que viven con el virus de inmunodeficiencia humana. Pero la pelea más grande ha sido, es y será por el derecho al amor y a vivir con quien uno elija”.


    Para obtener mayores informes acerca de la organización Gala, se puede consultar la página de esa organización en Internet: www.gala.co.za


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