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    Estado de Derecho


    ¡Cuánto se llenan la boca los políticos proclamando nuestro maravilloso "Estado de Derecho"! Ellos nos lo velan sin descanso con generosa entrega. Y es que cuando los españoles fuimos ungidos por la Divina Democracia, el Espíritu Santo de la Libertad nos coronó el cráneo con un halo aureolado o soga sagrada, consagrándonos como perfectos Apóstoles de la Solidaridad, los Derechos Humanos y tantas otras peripuestas virtudes revolucionarias. Será por eso que se nos ha dibujado en la cara esta sonrisa tonta de felicidad, como la que ya venían luciendo tiempo atrás nuestros hermanos europeos y norteamericanos... Filántropos rematados, es lo que somos.

    Pero, a todo esto... ¿qué narices es un "Estado de Derecho"? Pues simple y llanamente cualquier Estado, pues hace milenios que no existe ninguno que carezca de Ley oral o escrita. Y es que "Estado de Derecho" significa tan poco como eso: Estado cuyos súbditos -perdón, quería decir "ciudadanos"- están subordinados -perdón, quería decir "protegidos"- por un código de leyes cuya inobservancia puede acarrear distintos grados punitivos, previos trámites y según delito. La España de Franco, la Alemania de Hitler, la Rusia de Stalin, la Valaquia de Drácula, la Roma de Nerón, la Babilonia de Hammurabi y cualquier otro Estado cristiano o satánico de la Geografía e Historia humanas, fueron también y con "todas las de la Ley" perfectísimos "Estados de Derecho".

    Por muy armoniosa que suene la enunciación de la frase, "vivir en un Estado de Derecho" no es garantía de nada salvo de que el Estado está lo suficientemente bien organizado como para aplicar la Ley si es menester. Cuando nuestros políticos nos sermonean o intentan seducir con su "Estado de Derecho", juegan con la ventaja de que a los profanos tal cosa nos puede sonar a algo así como a "igualdad garantizada ante la Ley". Pero, como siempre, los sofismas teóricos se convierten en humo una vez trascienden sus mundos etéreos y alcanzan nuestra dimensión, donde impera la práctica: no existe igualdad jurídica real en ningún lugar donde los trámites de la Justicia tengan un precio regulado en moneda corriente, salvo que todos los lugareños compartan una misma o parecida capacidad adquisitiva -lo cual, se convendrá conmigo, ni es el caso de España ni el de ninguno de nuestros humanísimos aliados "democráticos"-...

    Y si no que se lo pregunten a cualquier ciudadano medio que, por ejemplo, haya considerado que un organismo administrativo ha vulnerado alguno de sus derechos constitucionales: a ver quién es el guapo que se pone heroico y se presenta ante el Tribunal Constitucional sin dejarse el ojo derecho de la cara en el despacho de un abogado o asesor, el izquierdo en las arcas del Estado para satisfacer los trámites administrativos, el tercer ojo en la consulta del terapeuta que le saque las piedras que le van a salir en el riñón con las angustias del proceso y la indefinida espera, y el del culo en la cola del paro (pues para poder dedicar al asunto el tiempo y dedicación necesarios habrá tenido que dejar su trabajo)... Y todo ello sin garantía de un fallo a favor -faltaría más en un Estado de Derecho-.

    ¿Ya se lo habéis preguntado al ciudadano medio? Bien, pues ahora preguntádselo a otro tipo de ciudadano... Qué se yo, al editor de un gran periódico de tirada nacional, al presidente de una supercompañía energética o telefónica, al de una usurería de Santander o de Bilbao-Vizcaya... No sé, a un príncipe leticio, al secretario general de un importante partido político, al alto cargo de una sociedad generosa de autores, a un arquitecto narcotraficante, al ex-presidente de un equipo de fútbol muchicampeón, a un tenista hispano-andorrano, a una duquesa de albos rizos que tenga un vástago torero o a un torero que tenga una madre duquesa de albos rizos... ¿Me preguntaba antes quién iba a ser el guapo? Sí, aunque no sé para qué desperdicio tantas líneas ilustrando nuestra verdadera y práctica "igualdad ante la Ley": cualquier hijo de vecino sabe que sus posibilidades de encontrar justicia en un tribunal son directamente proporcionales a lo bien pagado que esté su abogado, salvo que tenga un primo periodista que lleve su caso a la televisión para que se debata en una tertulia de la tarde.

    Así pues, permítaseme que en lo que al tema respecta considere que los súbditos -perdón, quería decir "ciudadanos"- de los países "democráticos" podemos encontrarnos en cuatro grados distintos de "Estado de Derecho": en "Estado de Bendita Inocencia", en "Estado de Juicio Abducido", en "Estado de Jodida Resignación" o en "Estado de Cinismo Hipócrita"... Y de ahí no me saca ni la Zeta del Zorro.



    Por Antonio Martínez Jover a las 06:57








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