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Más de la mitad de los delitos de odio que recibe el colectivo no son denunciados

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  • Más de la mitad de los delitos de odio que recibe el colectivo no son denunciados

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    La Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans y Bisexuales (FELGTB) reclama medidas que garanticen los derechos de las personas LGTB+ y que las proteja de cualquier tipo de violencia a las que se enfrentan continuamente

    Según el informe de delitos de odio que realizó la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans y Bisexuales (FELGTB) en 2019, más de la mitad de los delitos de odio hacia personas del colectivo, concretamente el 55%, no son denunciados y así lo ha denunciado FELGTB este mismo jueves, a causa del Día Internacional contra la LGTBIfobia que se celebra el próximo 17 de mayo, como cada año.

    Pero, además, dicho informe señala que de los 756 delitos de odio de los que FELGTB o sus entidades tuvieron conocimiento en ese mismo año, nada más el 15% fue denunciado ante la policía y únicamente un 3% fue comunicado a la fiscalía.

    En este sentido, Niurka Gibaja, coordinadora del año temático de FELGTB, Feminismos, igualdad y derechos humanos, asegura que, en cuanto a los delitos de odio, 273 se trataron de casos de acoso e intimidación, 167 fueron agresiones físicas y 141 agresiones de carácter verbal. Asimismo destaca que se produjeron 34 despidos o rechazos de empleo, así como también 16 agresiones sexuales y otras.

    No obstante, también se producen otro tipo de agresiones y violencias. Así lo comunica Gibaja pues, hay algunas de ellas que no pueden ser denunciadas porque ni siquiera la ley las prohíbe. Es el caso, por ejemplo, de las prácticas de las terapias de reconversión. Pero, por otro lado, resalta que hay algunas agresiones que derivan de la propia ley como lo es el hecho de que las personas trans requieran de un diagnóstico de trastorno mental para que puedan modificar su documentación o, también lo sería, el caso de que las parejas formadas por mujeres estén obligadas, por ley, a casarse si quieren filiar a sus hijos.

    De esta manera, denuncia que las personas LGTB+ siguen enfrentándose a violencias como el acoso, siguen recibiendo agresiones, enfrentándose a terapias de reconversión, siendo discriminados laboralmente, teniendo el riesgo de no tener hogar, maltratados por la atención médica y, además, discriminados legislativamente, así como también a muchas otras.
    “Seguimos sin una legislación estatal que prevenga y proteja frente a estas violencias”, declara la coordinadora.

    Por este motivo, Niurka Gibaja exige que se tomen medidas. Reivindica que la ley garantice urgentemente el derecho de autodeterminación de las personas trans sin necesidad de tutelas ni de que otra persona “acredite” quiénes son, pide que se prohíban las terapias de reconversión, así como también que las mujeres con pareja o sin ella tengan derecho a la filiación. Asimismo, reclama que exista una regulación extraordinaria de las personas que sean inmigrantes, refugiadas o que solicitan asilo y que el derecho de autodeterminación pueda aplicarse también a las personas trans que no sean españolas.

    Por otro lado, demanda que la educación en la diversidad LGTB+ sea obligatoria con el objetivo de que el bullying y la LGTBIfobia puedan ser erradicadas y que se establezcan medidas que combatan la LGTBIfobia en el trabajo. Además, exige que los servicios socio-sanitarios se adecuen a las realidades del colectivo, así como también que el personal de la sanidad, aquel que se encargue de conceder protección internacional, los cuerpos y las fuerzas de seguridad, entre otros, reciban una formación obligatoria en materia LGBT+.
    La LGTBIfobia sigue muy presente en nuestros días


    La discriminación, el rechazo y la violencia hacia las personas del colectivo siguen produciéndose diariamente hoy día y esto puede apreciarse claramente mediante tres historias que FELGTB visibiliza. Una de ellas es la de Noemí, una chica homosexual que relata que, cuando se enteraron de su orientación sexual en su instituto, comenzó a recibir miradas despectivas y acoso por parte de sus compañeros. “No tenía ningún referente y no entendía por qué tenía que pasarme a mí, pensaba que eso era de bichos raros”, explica.
    “No hablaba con mis padres porque no quería que supieran que tenían ese monstruo de hija. Pensé en suicidarme, pero no lo hice para no hacerle eso a mi familia”, relata la joven.

    Todo esto le afectó académicamente y no pudo estudiar fuera. Aunque cuando pudo irse a otra ciudad conoció personas del colectivo que la ayudaron, no pudo mostrarse abierta y libremente en el trabajo porque “escuchaba comentarios LGTBIfóbicos y sentí miedo a las represalias. No podía compartir nada de mi vida personal”. Ahora, que es profesora y funcionaria y, por tanto, cuenta con un puesto de trabajo del cual no pueden despedirla, ha tenido que enfrentarse a otro tipo de discriminaciones como la filiación. De esta manera, ha tenido que casarse para poder filiar a su hija ya que la ley se lo exige.

    Otro caso es el de Juan José, un chico de Colombia que no pudo acceder a la carrera de medicina, aun habiendo superado todas las pruebas, debido a la discriminación que recibió por parte del decano de la Universidad. Al parecer, en la última prueba, la entrevista personal, “no me aceptaron porque lo que veía no se correspondía con el nombre y el género que ponía en mi documentación”. Aunque finalmente pudo estudiar otra carrera, acceder al ámbito laboral le resultó prácticamente imposible, teniendo que trabajar como autónomo.
    Sin embargo, estas no son las únicas discriminaciones a la que se ha enfrentado el joven pues, un día, comenzó a ser amenazado por un grupo armado. “Comenzaron con insultos tipo “maricona”, siguieron con que no querían gente como yo en el barrio y pronto me amenazaron de muerte. Yo ya había perdido un hermano víctima de la violencia en Colombia así que sabía que allí las amenazas de muerte se cumplen”, relata.

    En este contexto, se vio obligado a abandonar su país y a pedir ayuda internacional “para salvaguardar la integridad de mi familia y la mía”.

    Por último, FELGTB aporta la historia de Rubén, un chico que ha crecido en un entorno evangelista y que pensaba que ser homosexual era un pecado. El joven reveló su orientación sexual cuando su familia lo descubrió al ver un chat en el que hablaba con otro chico y esto provocó que sus familiares llevasen a cabo multitud de remedios. En este sentido, la familia decidió llamar a unos pastores y le coartaron de cualquier tipo de libertad.
    “Me tiraron películas de Harry Potter y todo lo que consideraron que podía ser satánico, controlaban mis horarios, me quitaron la música e internet y me practicaron una especie de exorcismo para sacar de mí los demonios”, cuenta.

    Asimismo, su familia le obligó a ir a una escuela de Brasil con el objetivo de “curar” su orientación sexual, sin que el joven contase con ninguna independencia económica. Sin embargo, estando allí se opuso a acudir a unas clases en las que le comparaban con pederastas y zoofílicos, lo que provocó que no pudiera ir al comedor del seminario, llegando a no comer prácticamente nada durante dos meses hasta que llegó a España de nuevo. De hecho, en dos meses perdió hasta 20 kilos.

    Todo lo que había vivido le llevó a intentar suicidarse cuando llegó a España. Su familia lo llevó a un hospital psiquiátrico en el que estuvo retenido con una camisa de fuerza durante cuatro días y donde únicamente tomaron como creíble la versión que aportó la familia, quien lo acusaba de ser agresivo, narcisista y que defendía que el hecho de haber intentado quitarse la vida era para hacerles daño. Sin embargo, Rubén salió del centro sin ningún diagnóstico.

    Fuente: https://www.togayther.es/noticias/ig...n-denunciados/
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