REPORTAJE
Casarse por derecho
• Dos homosexuales con tres décadas de convivencia piden adelantar su boda por la enfermedad terminal de uno de ellos
• Reivindican el valor legal del matrimonio
ALBERT OLLÉS
BARCELONA
Manuel Mejuto y Antonio Aliaga se conocieron el 19 de noviembre de 1975, un día antes de la muerte de Franco. Ahora, casi 30 años después, un nuevo momento histórico, la aprobación el pasado 2 de julio de la normativa que permite los matrimonios entre homosexuales, marca el destino de su relación. Quieren casarse "por derecho" para legalizar sus tres décadas de vida en común, pero no pueden esperar mucho: Antonio, de 58 años, sufre un cáncer en fase terminal.
La historia de Manolo y Toni, como les conocen sus allegados, empezó en un transbordo entre la L-1 y la L-5 del metro de Barcelona. Allí se vieron por primer vez. "Fue un flechazo", recuerda Antonio, en cuyo piso de la calle del Carme, en Ciutat Vella, se instalaron unos meses después.
Papel mojado
Ahí siguen viviendo, acompañados desde hace un tiempo por la madre de Manuel, a la que cuidan. Con el paso de los años, y tras comprobar como personas de su círculo íntimo se habían quedado "sin nada" al fallecer su compañero, decidieron regularizar la relación. Sin embargo, y como tantas otras parejas gays, sólo pudieron levantar acta notarial de sus años de convivencia y hacer testamento.
"En el primer caso, el notario dijo que era papel mojado mientras no hubiese ley. Y con el testamento el Estado se queda un 75% de lo que dejes a los que no son familiares", explica Manuel, de 47 años, y portador de anticuerpos.
El anuncio de la aprobación de la ley acabó con años de angustia e incertidumbre. Incluso habían planeado celebrarlo con una doble boda conjunta con el hermano gemelo de Manuel y su novio. Pero entonces apareció la enfermedad de Antonio. "Nuestra historia demuestra que el verdadero valor de la ley es que nos permite ejercer un derecho que teníamos injustamente vetado, a pesar de cumplir nuestros deberes como ciudadanos". "Y cada uno decidirá libremente si hace uso de él, y las razones por las que lo hace", añaden.
En su caso, lo tienen muy claro: "Los médicos me han dicho que no hay esperanzas, por lo que es evidente que no queremos casarnos por capricho. Es algo imprescindible para ambos", afirma Antonio.
Lo más difícil --poder casarse-- ya es una realidad, "gracias a Zapatero", pero ahora se han encontrado con una la lista de espera demasiado larga para su situación actual. Ello se debe a que, para no crear un agravio comparativo, las parejas homosexuales comparten listas con los futuros matrimonios heterosexuales.
Ocho meses de espera
El tiempo medio es de ocho meses, aunque están tramitando que les agilicen los papeles por procedimiento de urgencia y esperan que el delicado estado de salud de Antonio les ayude, tal y como permite el reglamento, a adelantar la fecha.
Su fijación por entregar la documentación lo antes posible hace que ni tan siquiera hayan pensado en la ceremonia. "Mi preocupación es llegar a tiempo. Cuando tengamos fecha ya hablaremos de los trajes", indica Antonio.
Mientras llega la boda, ambos afrontan la enfermedad con buen humor y espíritu combativo. El mismo que les llevó el pasado sábado a manifestarse, con motivo del día del orgullo gay, con una pequeña pancarta de pregunta a los que critican los matrimonios entre homosexuales: "30 años de pareja. ¿Somos inestables?".