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Luchar ahora por nuestra tercera edad

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    Luchar ahora por nuestra tercera edad
    Fuente: www.naciongay.com

    Uno de los mayores problemas a los que se enfrentan los ancianos es a la soledad y a la estigmatización de su edad en la “nueva identidad gay”

    Manuel Mancera.

    La situación de la tercera edad en gays y lesbianas es un debate que ocupa muy poco espacio en las reivindicaciones de muchos de los colectivos glbt. Nuestros ancianos se encuentran en el otoño de su edad en una situación en la que pueden ser doblemente discriminados: por su edad (la sociedad actual no se ocupa de nuestro mayores en general, mientras que en el pasado poseían la categoría de sabios) y por su orientación sexual. Haría falta una atención especial de los problemas que se derivan de la desprotección en la que son abocados gays y lesbianas cuando llegan a la tercera edad debido a las desigualdades legales que todavía persisten en nuestro país. Frente a la divinización de la juventud existente en la sociedad moderna, el colectivo glbt debería luchar con más fuerza por el reconocimiento jurídico de las relaciones de hecho, nada más y nada menos, que por nuestras personas mayores.

    Los derechos que no llegan.

    Es especialmente crucial para ellos que la ley reconozca a los gays y lesbianas los derechos derivados de muchos años de convivencia, relaciones en los que no hay vínculo familiar o civil, o que la ley no los observa, por lo que el patrimonio formado por ambos durante los años de convivencia puede desaparecer en su totalidad al ausentarse alguno de los integrantes de la pareja. Esta falta de seguridad a la que se enfrentan los hombres y mujeres ancianos gays, que han compartido durante muchos años su vida en pareja y que tienen la desgracia de perder a su compañero/a, provoca que sufran particularmente esta desprotección al no unirles algún contrato civil o familiar, y , salvo voluntad de herencia, la ley no le reconoce a la persona que se queda sola como legítima heredera, cuando en muchos casos el patrimonio ha sido forjado por ambos. Igualmente muy difícil suele ser la situación de las personas transgénero en la llegada de su ancianidad, muchos de ellas/os no han conseguido el reconocimiento legal y/o biológico de su verdadera identidad porque se ha tardado mucho en conseguir “ciertos avances”, y las personas transgénero que han sido “trabajadoras del sexo” (como decimos habitualmente el único recurso que les ofrece la sociedad para subsistir) no tiene ningún tipo de protección social o ayuda para vivir dignamente su vejez.

    Pero a pesar de que esta terrible desprotección social es causada por culpa de la falta de sensibilidad social de la administración del Estado (lo peor de lo peor, los populares, claro), uno de los mayores problemas a los que se enfrentan los ancianos es a la soledad y a la estigmatización de su edad en la creciente “nueva identidad gay”, flamante icono generado por el mercado y que es germen de buena parte del crecimiento del grado de aceptación de los gays y lesbianas en la sociedad de la información y del mercado. Son los colectivos los que se ocupan en incidir en que nosotros no somos eso, pero en gran parte nosotros también somos responsables del olvido, un análisis y una decidida acción reivindicativa nos aportaría a todos una mayor seguridad en nuestra vejez. En España no hay prácticamente estudios publicados sobre el tema, pero la población española envejece y serán muchos los ancianos gays y lesbianas (sin ir más lejos, nosotros mañana) los que vivirán una situación difícil, gracias a que nuestros modelos covivenciales y patrimoniales no son reconocidos en la actualidad. Algunos datos preocupantes nos llegan desde EEUU, donde sí se han realizado estudios y donde, al menos, existe alguna asociación que formada expresamente por ellos (como SAGE, una asociación de gays ancianos radicada en Nueva York) o que se preocupe específicamente por su situación (Acción Senior).

    La necesidad de una investigación específica.

    En EEUU, los expertos han estimado que en la actualidad entre 1,75 y 3,50 millones de estadounidenses de 60 años o más son lesbianas, gays, bisexuales o transgénero. Su número se incrementará a medida que la población de personas mayores crezca en los próximos 30 años. Todos estiman que un reto fundamental para satisfacer sus necesidades en el futuro es la investigación específica sobre las personas mayores que son gays o lesbianas. También allí muy pocos estudios han examinado las experiencias de las personas mayores bisexuales y transgénero, las investigaciones existentes se centran principalmente en gays y lesbianas, y sugieren que muchos de ellos no se sienten cómodos en organizaciones comunitarias lgbt, y que por tanto no reciben los servicios útiles que puedan ofrecer estos grupos. La única asociación estadounidense que se preocupa específicamente por la situación de los ancianos gays, lesbianas, transexuales y bisexuales es "Acción Senior en un Ambiente Gay". Esta asociación considera que la situación de estos ancianos es insostenible y ha calculado que para el 2030 habrá cuatro millones de ancianos gays que sufran la desigualdad legal que presenta la legislación estadounidense. El mismo preocupante panorama puede ser extrapolable a España: aquí tampoco contamos con una legislación que nos apoye, al contrario de lo que ocurre en buena parte de la Unión Europea, donde la mayor parte de los estados miembros han observado en su política social algunas medidas de solidaridad y protección social para sus ancianos, y han reformado sus legislaciones para ofrecer las mismas condiciones de igualdad y no discriminación que todos los ancianos, gays o no, merecen.

    Doble estigma.

    Según un informe realizado por la AOA (Administration on Aging, agencia dependiente del Departamento de Salud de EEUU), los ancianos lgbt se enfrentan a una doble estigmatización en la sociedad actual, ya que su situación es agravada porque pueden verse frente a una discriminación basada en su edad y orientación sexual. Además, los estudios sugieren que, aunque muchas personas mayores lgbt tienen una relación estrecha con sus familias, algunas tienen menos apoyo de las familias que otras personas mayores. Esto puede ser el resultado de las tensiones que las familias experimentan cuando una persona lgbt revela su orientación sexual en su entorno familiar. Esta falta de apoyo de su entorno particular, que es tan necesaria para los ancianos en general, obliga a que muchas personas mayores lgbt busquen el apoyo social y dependan principalmente de sus parejas o amigos más cercanos. Es ahí donde radica nuestro problema, ya que la sociedad y el estado no reconoce la trascendencia para ellos de estas “familias no biológicas”. Es una desigualdad que ya sufrimos pero que se agrava necesariamente con la edad, produciendo muchas situaciones de mayor vulnerabilidad : gays y lesbianas que se quedan sin un reconocimiento patrimonial y de bienes al no ofrecer esa posibilidad la legislación actual; amigos de gays y lesbianas que son excluidos de los cuidados debidos por no ser considerados entorno familiar por los facultativos, que atienden a los que ya tienen problemas de salud; gays y lesbianas ancianos que deben buscar su cobijo muchas de las veces en residencias que no tienen personal preparado para atender sus necesidades particulares, etc.

    La necesidad de programas especiales.

    En EEUU, el “Programa Nacional de Apoyo para los que Proporcionan Cuidado a la Familia de AoA”, firmado y convertido en ley en noviembre de 2000, ofrece ayuda actualmente a cualquiera que cuide a un anciano enfermo, incluyendo a personas del entorno que no son de la misma familia. Como en EEUU, en España los ancianos gays o lesbianas tienen más probabilidades de vivir en soledad que el total de las personas mayores, peor ahora, ya que el gobierno del Partido Popular no tiene ninguna decidida voluntad en su política social y tampoco en solventar desigualdades, ya que su prioridad es la política económica. De todas formas, todos nuestros ancianos necesitan una atención especial de los colectivos, y por supuesto de las distintas administraciones, porque las personas mayores que viven solas tienen más probabilidad de vivir en la pobreza, sentirse deprimidos y marginados. Muchos de ellos necesitarán cuidados especiales por su salud (un factor desconocido hasta ahora es la incidencia del Vih/Sida en los ancianos gays, factor a tener en cuenta debido a que la enfermedad ya no es mortal sino crónica), y muchos de nuestros ancianos, gays y lesbianas, pueden tener problemas de vivienda, problemas que se podrían solventar con una decidida acción social para ofrecerles los recursos y el cuidado que ellos necesitan. En este sentido si el estado no se los da, quizá habría que movilizar una acción privada: los empresarios gays también podrían invertir en asilos para ancianos y otro tipo de servicios sociales, los jóvenes también podríamos hacer algo por ellos, en el marco de programas que pongan en funcionamiento proyectos para que jóvenes sin vivienda puedan convivir con ancianos/as solos/as. Y quizás, volviendo al ideal griego de máximo respeto y privilegio para nuestro mayores, podamos desterrar que un gay o una lesbiana o una persona transgénero deje de ser visible en la sociedad por su edad. Queda mucho que hacer por ellos, pero el momento adecuado de ponerse manos a la obra es, nada más y nada menos, que “ahora”.
Trabajando...
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